viernes, 20 de noviembre de 2009

Arde la oscura noche y me disuelvo rojo vivo

Arde la oscura noche y me disuelvo rojo vivo
Como un pábilo encendido rodeado de un mar de silencio
Me hago palabra en un nacimiento

Paradógica existencia
Surgiendo del vacío, la palabra pronuncia mi nombre
Y soy en ella un hipo jubiloso
Luego, indemne, se aleja negándome
La luz que todo lo atraviesa no pertenece a nadie

Extraño destino perseguir la palabra
Fuga presa de sí mismo
Llama de amor viva
Atraviesa la noche y nos abisma a nosotros mismos

Espejo sibilante
Reflejo ondeante en el agua
Tan no soy lo pasado como la palabra dicha

Al final del camino:
Una victoria callada
Una certidumbre de embustero
Un caminar ladino por la rivera del camino

Por más que lo anhelemos
No dirá nunca nuestro nombre la obra terminada



[como siguiente tema propongo la siguiente escena:
Un hombre de pelo rojo corre por entre un campo de maíz huyendo de algo]

jueves, 19 de noviembre de 2009

RENUNCIO

Renuncio a todo
Al teatro
Al cigarro
A la noche
A ti
A la madrugada
Mañana me levantaré tardísimo
Y no llegaré pronto a trabajar
Me imagino el rostro de mi jefe
Pero soy libre
Y entraré solo a un cine
A ver una película malísima
Sobre autos
Y sobre chicas hermosas
Y sobre buenas mujeres
Entonces saldré del cine sonriendo
Y caminaré sin miedo
A los hombres
Y llegaré a mi casa a cualquier hora
Y estará deshabitada
Y estará triste
Igual
Nada me importa
Porque renuncio a todo
Y al acostarme a dibujar flores
Y logos de cigarrillos
Los zancudos no me amargaran la noche
Y renuncio a mis sueños
A la literatura
Al dinero
Al amor
Renuncio al amor
A tu amor renuncio
Porque quiero ser libre
Y soy libre
Y soñaré con nada
Con un paisaje en blanco
Y estaré feliz
E iré por las calles saltando
Riéndome de la desgracia
De toda la gente.
Renuncio a todo
A estas palabras renuncio inexorable
Aquí quedarán para siempre
Cayendo en un abismo absurdo.
Renuncio a mí
Porque ni siquiera la muerte
Puede arrebatarme lo que soy
Y lo que siento
Todo lo que te quiero
Todo lo que te extraño
Se irá con el viento
Porque renuncio a ti
Lo reitero
Renuncio a todo aquello
Que fuiste
Y renuncio a todo aquello que no fuiste
Renuncio a recordarte
Renuncio a no olvidarte.
Esta noche
Como en muchas
En que quiero beber
Renuncio a la embriaguez
Ya te he regalado
El principito
He renunciado a la flor
Y a la serpiente
Y al viejo zorro
Y ya nunca jamás todo será diferente
Porque renuncio a que las cosas sean diferentes
Todo será igual
Renuncio a lo distinto
Renuncio a sentir distinto
Renuncio a esta música que miro
Renuncio porque me harté
Y renuncio porque estoy feliz
Y porque mañana
Seguramente también querré renunciar.
Y renuncio a tu ausencia
Y renuncio a caminar
Y a seguir respirando
Y a que lata el corazón
Y a que me ponga los zapatos al derecho
Y a que me ponga los zapatos al revés
Quizás estoy renunciando a mi condición humana
Pero renuncio a ella entonces
Renuncio a tener hijos
Renuncio a tener familia
Renuncio a la iglesia que nunca quise
Renuncio al comunismo
Renuncio a escribir un buen poema
Renuncio a escribir un mal poema
Renuncio a usar la misma lengua que usas
Renuncio a nis depresiones
A mis sueños
A mis pesadillas
Renuncio al llanto
Renuncio quererte
Así te siga queriendo
Algún día me comprenderás
Algún día necesitarás renunciar
A algo
A todo
Pero renunciar
No es dejar a un lado
Es renunciar
En definitva
En definitiva por un día
Por una noche
Por una año
En el caso de las renuncias
El tiempo se vuelve perpetuo
Y cuando quieras renunciar
Ya no te servirá el principito
Ya no te servirán las rosas
Ya no te servirá comprobar
Que lo esencial es invisible a los ojos
Porque no lo esencial no es suficiente
Y quizás
Lo más seguro
Es que mañana ya no quiera renunciar a ti
Ni a mí
Ni a mi pasado
Si no que quisiera volver
Quisiera volver a ti
Así no estés
Y será hermoso
Que pueda renunciar de nuevo
Mañana en la noche
O en diez años
No es culpa de nadie
Ni del destino
Ni mucho menos mía
Que quiera renunciar a todo
A absolutamente a todo
Para tener una certeza
Para tener una verdad certera
Que no tengo nada
Y que nada puedo perder.

Daniel Ángel

Hijo de la nada

Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es todos los hombres.
Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio
y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy.


Jorge Luis Borges, El Inmortal

Me pertenezco a mí mismo tanto como una fruta pertenece a su árbol y un niño recién nacido pertenece a su madre. En el preciso instante en que creo saber quién soy me sorprendo y me desconozco. Una idea insospechada, un deseo furtivo, una mirada ausente o el desconcierto por una pequeñez son suficientes para cambiar la idea que tengo de mí mismo. Soy el cielo que observo y me deleita, y las manos que alargan mi alma, y el ladrido de un perro oculto en la noche, lo cual no es más que un amable modo de decir que no soy nada en realidad.

Pero sentirlo como una condena sería casi como si el gato lamentara ser gato y la rosa rosa. Ser tan solo un nombre y un recuerdo no es una fatalidad: es tal vez la poca libertad que me compete. Como la trillada metáfora del río, no por dejar de ser constantemente no existo. Esa es precisamente mi existencia: dejar de ser, no ser, ser efímeramente, como un gota de agua que cae y se estrella en el parabrisas de un auto estacionado.

El arraigo es solo ilusión. En un mundo donde el tiempo es la ley, considerarse arraigado es estar muerto. Ningún instante se repite, ningún gesto se reproduce, ningún anhelo se duplica. Mis raíces son mis sueños, y mis sueños, creación. No soy más que lo que he escogido ser, pues al ser hijo de la nada, toda edificación es de arena. Así, como dice Borges, hay que edificar como si la arena fuera piedra, e inventarse unas raíces, y hacer de la propia vida una obra de arte.

martes, 10 de noviembre de 2009

Se apretó con fuerza el estómago

                Ser un hombre de rio con el alma anegada
                                                           Gómez Jattin 

Se apretó con fuerza el estómago esperando que este pequeño acto de rabia y desesperación atenuara el dolor abrasivo que le consumía las entrañas. Continuó caminando, pequeñas gotas de sudor frío brotaban de su cien, frente a él, erguido imponente, el edificio reclamando el respeto y el miedo que inspiran sus moradores. Miró el reloj, estaba a tiempo, caminar rápido acrecienta el dolor y no quería indisponerse frente a ellos, necesitaba como del aire mismo que le aprobaran el contrato, no para él, sino para los que quedarían tras su partida.

En la fachada del edificio los bravos guardianes con sus perros como una extensión de su inmisericordia. Subió poco a poco los peldaños de las escaleras y vio aparecer su figura en los relucientes vidrios de la fachada, su piel tenía el color cetrino de la madera vieja y en sus ojos asomaba el dolor y la desesperación que lo consumen.

Se dejó registrar sin mirar sus verdugos, el ascensor estaba a punto de bajar, se acercó sin fatigarse, tomando aire pausadamente y al abrirse lo recibió un espejo en el que lo miraba un hombre canoso, ya poblado su rostro de arrugas, de vestido negro impecable y no pudo dejar de pensar que así como se veía quería verse en la tumba. Miró sus zapatos relucientes y apretó el portafolio de cuero en su mano que consideraba, le daba un cierto aire de importancia.

Lo guió apenas sin mirarlo hasta la oficina del gran hombre la secretaria empacada en un delicado vestido rojo que insinuaba sus curvas, golpeó la puerta

- El señor Salazar, dijo con la voz falsa que impone el respeto y pegó su oído a la puerta bajando la mirada.

- Adelante!, bramó una voz gruesa que retumbó en la que seguro era una enorme estancia.

La secretaria, recibida la orden, abrió la pesada puerta de roble permitiendo su entrada; respiró profundo y sonrió amablemente franqueando la entrada con paso decidido.

En efecto, eran cerca de veinte pasos desde la puerta hasta un escritorio enorme que podría sin inmutarse recibir el impacto de una bomba. Estiró la mano por encima del escritorio dirigiendo un saludo pero el hombre enormemente gordo que estaba al otro lado del escritorio sin responder el saludo bramó

- Siéntese usted.

Salazar se sentó borrando lentamente la sonrisa en sus labios esperando no se trasparentase su disgusto. La estancia fría lo hizo recordar el hospital, el cual seguro en unos días lo esperaba.

- Hable usted, volvió a bramar, mirándolo fijamente como si más que medirlo lo estuviese juzgando.

- Vengo de la oficina de Seguros Bolívar y traigo…

- ¡Eso ya lo sé!, gritó con impaciencia aquel extraño ser enorme.

Sintió una ingravidez en su estómago y alejó de su mente la idea de un inminente fracaso, nada tenía y nada dejaría; sonrió angustiado ante el impasible rostro de su anfitrión.

- Sucede Doctor, que Seguros Bolívar le ofrece una póliza de seguros con cobertura total y a un precio que ninguna otra empresa puede asegurarle.

Alzó su portafolios para apoyarlo sobre el escritorio pero la mirada de disgusto que los enormes ojos proyectaron al ver aquel elemento de viejo cuero lo hicieron desistir de hacerlo y terminó llevándolo a sus piernas. Los papeles que iba a sacar resbalaron un poco y el esfuerzo que hizo para impedir su caída le produjo un dolor eléctrico que le crispó el rostro y tensionó los músculos haciendo que los papeles se desparramaran con violencia por la estancia.

Ante la mirada impávida de su anfitrión, Salazar se levantó del asiento para recoger sus papeles sonriéndole nerviosamente a ese rostro sin misericordia que logra en algunos hombres el poder sin medida y, aguantando, el deseo de cogerse a puños el estómago para sacárselo y hacer desaparecer el dolor, comenzó a caminar por la enorme estancia recogiendo los papeles mientras aquel hombre miraba fijamente cada una de sus acciones.

Colocó los papeles sobre el escritorio, los organizó cuidando de dominar su nerviosismo e inició la explicación de su oferta. Con el dedo hacía hincapié en algunas observaciones que esperaba el hombre observara pero aquellos ojos desproporcionados no dejaban de mirarlo al rostro solazándose de su posición de superioridad y Salazar tuvo que leer él mismo y explicarle las gráficas a un hombre que más parecía la encarnación de la indolencia.

- Gracias pero no me interesa.

Interrumpió su explicación aquel bramido de hombre fofo y virulento. Salazar lo miró al rostro algo desorientado, buscando palabras para echar atrás aquella sentencia y cuando abrió los labios para decir algo, el dedo regordete oprimió un botón en el alto parlante

- El señor Salazar ya se retira, gritó, a lo que inmediatamente unos pasos comenzaron a acercarse hasta llegar a la puerta y abrirla, por ella se asomó el rostro de la joven secretaria

- Por favor, acompáñeme, le dijo esta vez mirándolo a la cara y señalándole con la mano el pasillo.

Salazar guardó sus papeles y miró con seriedad al hombre tras el escritorio pero este rostro fofo ya había bajado la vista a unos documentos que tenía sobre el escritorio haciendo como si no existiera quien antes le hablaba. Cerró el portafolios y quiso gritarle hijo de puta con toda el alma y luego romper a puños esa bonita cara que lo apuraba con gestos desde la puerta pero terminó de recoger sus cosas sin dejar de emitir una estúpida sonrisilla

- Gracias, dijo con un hilo de voz y pensando para sus adentros tranquilo, mañana es otro día, mientras se retiraba lentamente esperando que el cáncer de estómago no lo fulminara en cualquier momento.

lunes, 9 de noviembre de 2009

HE DESESPERADO

He malgastado mi vida de mil modos distintos

He malgastado mis días

Y sólo ahora en que me siento

En una tienda de cualquier lugar

Y observo como se desarraiga la vida

Lo comprendo apenas

Pero no recapacito.

Una mujer afuera de la tienda se moja.

Todas las mujeres son hermosas cuando se mojan.

He malgastado mis días haciendo lo que hago ahora:

Espero que algo pase

Algo extraordinario

Como que llegase una mariposa multicolor

Y ante mis ojos se deshiciera

En una leve y rápida llama de fuego azul.

Precisamente ha sido en esa espera

En que he dejado lo que soy

O la tentativa, lo somero

En esa incertidumbre de todas las horas mal contadas me he ido,

Porque el reloj del que espera nunca marca ninguna hora

Y sí desesperanzas absolutas

He sido un pronóstico del IDEAM

Una lluvia, un aguacero, un sol

Algo que no ha llegado

Muchos esperan el agua para su cosecha

Otros el sol para sus vacaciones

Pero soy incierto y no sé la vida.

He de esperar a que se me pare el corazón

Y así caigan marchitas las alas del ángel

Que nunca me han dejado volar.

NO SIEMPRE EL DESARRAIGO ES DEJAR

NO SIEMPRE EL DESARRAIGO ES PARTIR

AVECES SE DEJA MÁS CONTENIENDO

AVECES SE PARTE MÁS QUEDÁNDOSE.

En cada lágrima que padezco como la sangre de una corneada

He dejado mi carne.

Puede no ser trascendental pero el irse lacerando

Diariamente como la puta que lo hace por dinero

Es doloroso, es angustioso, es absurdo

Pero yo soy peor

Porque no lo hago por nadie

Ni por amor

Ni por dinero

Ni siquiera por odio a mí mismo.

Así será más banal la tortura de la vida

Así será más banal el éxtasis de la vida.

Ahora a un hombre que habla por celular

Le miente aquella mujer que ama

No sólo he dejado mis lágrimas y mi carne en el mundo

También he dejado mis libros olvidados

En estantes inmisericordes.

Ellos reclaman su vida

Su ilusión de ser

Su amor que fueron

Pero no quiero y aborto sus ideas sobre la gente

Como un vómito inducido en forma de sarcasmo.

Ha malgastado mis días esperando a que una mujer

Comprenda cuáles son mis intenciones

Tan solo con ojear mi mirada.

Es imposible comprender la lucha de los que aman.

He cometido el gravísimo error

De esperar a que llegue el amor con forma de mujer

Y no como una hogaza de pan

O un cúmulo de tierra al horizonte

O el abandono de un gato.

Pero ahora soy el sensato que se pregunta

¿Para qué seguir esperando?

¿Para qué la tortura de la incertidumbre?

Entonces creo que debo actuar

Soy un hombre de verbo

Pero ¿Abandono?, ¿Olvido?

Me he enamorado de una mujer

Que nunca me amará.

He dejado mi fe en su NO combativo

Y no me interesa destruir lo que he soñado

Tan solo porque todas la noches la recupero

En ese mundo que no conoce

Y aunque yo conozco el que ella quiere

Estoy tan lejos.

Una colegiala intenta saber lo que escribo

Y yo le respondo que su futuro

Todos hemos de esperar

Como tú que lees esto

Dejando a un lado a una mujer que te ama y te lo dice

Dejando a un lado a una mujer que te ama pero no está contigo

Dejando a un lado a una mujer que te ama pero que sabes debes abandonar

Dejando a un lado a una mujer que te ama y que también está esperando.

martes, 3 de noviembre de 2009

PARTE DOS

A la memoria del olvido.


Creyó por un momento que podría huir de sí mismo, como quien huye de una plaga y se arranca la piel e intentó arrancarse el lúpulo purpúreo que brotaba de sí y lo consiguió con mucho dolor y luego intentó arrancarse los recuerdos y no pudo. Se arrancó el cabello, se golpeó en la sien, se picó los ojos pero todos sus recuerdos eran inamovibles. Descubrió en frente de sí a un ave que tenía atorada una patita en la rama minúscula de un árbol enorme y sintió una pesadumbre tal que se levantó con mucho esfuerzo y tomó una rama que se encontraba caída a su paso y asesinó siniestramente al pajarillo. Pensó entonces que quería, definitivamente, que llegase dios o que en los libros de las pitonisas que le vieron nacer estuviese escrita su muerte con un “ramaso” en la cabeza que le borrara sus recuerdos.

Subió a una montaña alejada del mundo y como Zaratustra se puso a hablar con su sombra que podía ser más fértil que sí mismo. Reconoció sin mucho esfuerzo sus abominaciones más profundas, sus miedos sobre el abandono y aunque se sabía abandonado como la larva de una mariposa en la selva se aferró a la esperanza a salir de sus laberintos, de sus intrincados recuerdos que le atormentaban diariamente. Y fue allí, en ese intersticio de la tierra de nadie donde empezó a tener la pesadilla diabólica de caminar descalzo sobre fuego para luego incinerarse en un soplo letal, tanto así que despertaba sudoroso, con los ojos hirvientes de llamas y con un sonido particular en los oídos que le hacía doler la cabeza. Supo entonces, que el agua le salvaría de la locura cuando vio caer muy cerca de sí una gran tormenta que arrastraba toda forma viva y no viva por su paso, así que decidió arrojarse a la inmensidad de la lluvia continental y esperar a que fuera llevado muy lejos y se convirtiera en nube o en yuyo o en heliotropo.

Al comprobar que no podía derrotar a la muerte bajó de la montaña y ni siquiera encontró moscas con las cuales entablar una conversación. Meditabundo caminó hasta la ciudad y observó que la gente tampoco hablaba sino que se comunicaban por medio de un intercambio de dinero por objetos o por alimentos. Nunca sintió hambre hasta que vio a una niña desplumar a un pajarillo, quiso rapárselo de las manos pero los colores del plumaje del pajarillo le hicieron arrepentir. Nunca se vistió con mejores trajes que con los que encontró en la plaza central de un pueblo pues tenían manchas se sangre que avivaban la sombra del hombre.

Se sintió libre cuando no recordó donde estaba ni para dónde iba. Comprendió entonces que el futuro es una forma de olvido y que entonces todos los hombres están condenados a olvidar todo aquello que serán y que de la misma manera así como el olvido es un vacío, el hombre es el sustento de ese vacío. ¿De qué se llenará el vacío?, se preguntó conmocionado por la verdad que acababa de descubrir. Caminó despacio y encontró una vivienda inhóspita y carcomida por el tiempo, descubrió unas semillas de calabacín en una alacena y las sembró con amor. Al cabo de una semana, cuando las semillas hubieron dado sus frutos, tomó un calabacín entre sus manos y se lo tragó entero y mientras lloraba vio a un ave pasar por los cielos.

lunes, 2 de noviembre de 2009

CONSAGRACION DE LA PRIMAVERA. II PARTE

El frenesí de pensamientos y sensaciones lo disparó del suelo como poseso por un calambre y lo llevó a caminar sin percibir apenas los lugares por los que pasaba. Sus pasos frenéticos pronto se independizaron de sus pensamientos y su caminar angustioso deambulaba como queriendo encontrar algo que se halla más allá del camino: la visión global y completa de sus visiones. El pensamiento, que de dones no es avaro, sin embargo, encuentra su mortal transcurrir en el tiempo, sucesión, contigüidad de pensamientos en asociaciones multifórmicas que transcurren uno tras otro, entre más vívidos los pensamientos, más eclipsan las anteriores sensaciones y el ego, que no quiere abandonar sus conquistas, busca recordar lo ya pasado, oculto tras lo ahora vívido y las intuiciones de lo porvenir. Mario, frenético en su caminar, en su rostro encunaba la desesperación del perdido pues aunque verdades sin par se revelaban en su cabeza, una vez vistas inevitablemente se perdían, yuxtapuestas por otras verdades de igual intensidad y al final todas terminaban en pasto para el olvido, conquistas que la mente no quiere perder y que como un sabueso, rastrea en su trasegar de loco.
El Divino Platón afirmaba que la escritura propicia el olvido porque no es letra en el corazón inscrita. La comprensión, entendió siguiendo a los órficos, es un acto de intuición global, una sensación material de conquista que aúna la acción con la verdad y la transforma en una realidad de naturaleza tan perfecta, que es absolutamente insoportable y sólo cabe en ella la muerte o la escritura que impersonaliza el mensaje.
Esta verdad fue revelada en un sueño a Borges quien ante la inminencia de la locura prefirió escribirla en forma de parodia. Ahora Mario quien menos humilde quería abrazarla a manos llenas se acercaba peligrosamente a esa región oscura que conocemos como la locura, sus pasos, como en busca de salvación querían perderlo de sí mismo, pero no puede lograr nada aquello que no participa de la misma materia y el espíritu vagaba sin dejarse tocar mientras los pasos continuaban sin descanso, la mente perdida en su propio laberinto no reparó en que lentamente fue quedando atrás la ciudad y la luz disminuyendo, anunciaba la noche; Mario sin conciencia se introducía en un camino desierto que subía empinadas montañas.
La súbita conciencia de su estado no vino cuando sus piernas flaquearon y un temblor lo obligó a sentarse al lado del camino, vino cuando a unos pocos metros de él apenas distinguible por la luz de la luna, encontró su vista una rata agonizante, hinchada por algún veneno estaba inmóvil con sus ojos abiertos totalmente, tratando de hacerse invisible ante la cercanía del extraño. La figura de aquel animal repulsivo le produjo un ápice de compasión transido por el asco y miedo que le producía aquel animalejo; miró entonces en rededor y encontró que sus pasos lo habían llevado a un camino sin rumbo conocido, en medio de una montaña, la noche total sobre su cabeza y sin energía alguna para ponerse en pie.
Se miraron la rata y Mario durante algún tiempo, ambos temerosos el uno del otro. Ningún contacto sucedió, ninguno movía un ápice de su cuerpo previendo el inminente ataque, atrás los pensamientos alucinatorios de verdades totalizantes: los pies ardían, la noche de luna llena era fría y acentuaba como una cicatriz la soledad del yermo paraje.
Sin saber donde se encontraba acercó con cautela sus pies a su cuerpo ante la mirada atenta de la rata. Las medias estaban pegadas a su piel y al jalarlas se abrieron pequeñas llagas, el rojo brotó llamando al dolor. De soslayo mirando la rata de ojos rojos abiertos de par a par a la noche continuó sobándose los pies y quitándose las medias ante el creciente dolor rojo que le decía a gritos que no saldría de allí por sus propios medios.
Pasó algún tiempo y ya cediendo el dolor, familiarizándose con su aborrecible compañía hinchada, lamentó que todo lo revelado se fuese, como el río de Heráclito, y que sólo regresaría en pequeñas visiones distorsionado, o en sueños, el puente de otras dimensiones, pero aquella intensidad luminosa de la verdad era ahora sólo un añorado recuerdo. Quiso regresar a su solitario apartamento y acompañarse de las lecturas cotidianas que lo abrigaban como el fuego de sus letras oscuras, añorando que tal vez ellas devolverían el fulgor perdido pero, sólo y herido, en medio de una nada aún mayor por la ignorancia de su ubicación, hacía de su situación un incierto horizonte.
La noche cuan grande y oscura le motivó el sueño y quiso sinceramente entregarse en sus brazos reparadores esperando que la luz del día trajera consigo la esperanza del regreso, sin embargo, la cercanía de la rata enorme de ojos rojos no le permitía escapar del frío y el hambre con el beneficio de la inconsciencia. Pensó en arrastrarse y retirarse de la rata pero en cuanto se movía punzadas terribles subían de sus pies y la rata temiendo algún ataque levantaba con esfuerzo su cabeza y mostraba los dientes dispuesta a defenderse aún cuando nada tenía ya por perder pues la inequívoca muerte se acercaba peligrosamente a ella.
Decidió recogerse en un ovillo y pasar la noche allí, sin moverse, en vigilia perpetua mirando a los ojos de la rata y esperando juntos la desaparición definitiva de su compañero.
Pasarían algunas horas en esta misma posición cuando el sonido de un trueno lejano y constante comenzó a acercarse, pronto una luz pálida comenzó a hacerse más y más fuerte y el sonido inconfundible de un motor despertó en él la esperanza del regreso. Cuando comenzó a ponerse de en pie para ser visto, la rata se incorporó no sin un débil gemido por el esfuerzo. El camión con su rugir de tempestad hizo trepidar la tierra a su alrededor y la sonrisa que en Mario se dibujaba se encontró con una mirada de miedo indecible en la rata.
- Vete, le dijo, e hizo un ademán con el brazo para espantarla pero nada de eso ocurrió. La rata permanecía inmóvil en su angustia con los ojos desmesuradamente abiertos, en punta sus músculos y listos a responder pese al dolor transparente que la conducía a la muerte.
El camión entonces exhaló un último regido allí a su lado y se detuvo pesadamente. La rata ante la presencia desmesurada del nuevo extraño trató de moverse al monte pero un chillido agudo mostró que todo era inútil, no podía moverse. Mario contempló en silencio su desolación desamparada y no escuchó al conductor cuando le preguntó si estaba bien.
Allí, la rata, inmóvil muda solitaria, en medio de la noche oscura e infinita había sido su única compañía y sintió en su interior que tenía algún tipo de deuda con ella. El hombre de nuevo preguntó y el vaho del sudor acalorado llegó a su nariz, alzó la vista y se encontró con un rostro regordete sobre un brazo asomado en la ventana del camión. Algo en su interior se removió e hizo que sus pies desnudos se herraran al asfalto y se anclaran pétreos en su lugar. Sonrió
- Gracias, estoy bien, le dijo y correspondió a su mirada interrogante que veía a un hombre bien vestido con los pies descalzos y sangrantes en medio de la carretera, solitario como la noche oscura que lo cubría de estrellas en el cielo. Al final de un corto silencio el camión rugió e inició el lento movimiento de animal enorme y viejo dejándose caer por el camino.
El hombre miró nuevamente la rata quien no despegaba sus ojos rojos y asustados de su humanidad. Sintiendo mayor seguridad de la que había sentido en toda su vida se fue sentando lentamente, se colocó las medias no sin ardor, los zapatos, y se dispuso a esperar, ambos mirándose a los ojos, que la noche pasara, que toda la explosión de estrellas siguiera su rumbo cayendo por el firmamento y trajese el adiós definitivo que ocurrió algunas horas después.
Los ojos de la rata de un miedo expectante fueron cerrándose poco a poco llenándose de alguna forma de placidez, el fin se acercaba y fue llenando el lugar de un sopor sin tiempo hasta que los ojos se cerraron definitivamente y para siempre. Ya la mañana despuntaba tras el firmamento y esperó un poco, venciendo el asco acercó su mano lentamente hasta tocar su pelaje que acarició con la superficie de los dedos y luego alzó al animal que nunca entendería que aquel que lo espantaba estaba velando su partida.
Quiso decir algo mientras la enterraba en un hueco que abrió con una piedra al lado del camino, algo que resumiera todo lo vivido, la enseñanza última y definitiva pero sólo recordó unos versos de juvenal

Scire volunt omnes, mercedem solvere nemo

Aquel hombre solitario y errabundo que había rechazado las delicias del hogar, la secreta confidencia de la amistad, aquel hombre prejuicioso y elitista intelectual, comprendió el sentido último de su visión, comprendió el lugar que buscan insidiosos sus pasos, la verdad más simple y esencial: la necesidad del regreso. El Divino Platón lo vería en su Caverna, la verdad encuentra su sentido cuando se está en la oscuridad.
Mario levantó la vista al camino que serpenteaba solitario hacia la ciudad, apoyó sus pies sobre el suelo y sintió una leve tregua en el dolor; se puso en pie y lentamente se acercó a una roca desnuda, abierta en la tierra al lado de la vía, y escribió con la poca luz del amanecer, sin mirar apenas lo que escribía

Abre la flor
De la negra tierra los colores
Puente de arcoíris al cielo

Y sin voltear a mirar para releerlo se alejó cojeando esperando la llegada del nuevo día.

[Cómo siguiente tema propongo el desarraigo]

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