miércoles, 9 de diciembre de 2009
Estampa sólida de abandono sin tiempo
viernes, 4 de diciembre de 2009
INSOMNIO
La conoció con una máscara puesta el día del carnaval de su pueblo en conmemoración a los muertos. Bailaron pasada la media noche, después del toque de la campana y se enamoraron ciegamente ya que se vieron los rostros húmedos y deshechos por el placer la mañana siguiente en que por fin se quitaron las máscaras y aunque los pronósticos de ese amor desigual y perfecto era terminal, lucharon en contra de los prejuicios y de las dignidades ajenas para hacer de sus vidas un espacio bello en el universo y de sus cuerpos unos momentos eternos de la felicidad. Así fue como él recurrió a la magia negra y por ser anciano de nacimiento venderle su alma al espíritu inmundo y maligno de Asmodeo (“En el libro de Tobías aparece el nombre de un demonio: Asmodeo (del persa Aaesma daeva) que significaría "espíritu de cólera") quien le concedió el don de la juventud siempre y cuando mantuviera viva la llama de la existencia, ya que nada encolerizaba más a este espantoso demonio que el devaneo o el desgano por la vida y antes de ella su vida, la de él, era una vida pueril y triste que se sumergía se hondonadas de espanto por el temor a la vejez y a la soledad como consecuencia de su ser. Así que cuando Asmodeo realizó el encanto le dejó claro que el día en que perdiera su gusto por la vida su corazón dejaría de segregar sangre, pero que seguiría vivo por toda la eternidad llevando el color de su sangre en la cabeza para que sintiera cuan siniestro es llevar el corazón del hombre a vista de todos los demás hombres, él en aquel momento lloró de la felicidad por ver su sueño cumplido y al mirar su reflejo en las aguas del río sintióse de nuevo joven y feliz por poder brindarle su vida a aquella hermosa mujer que le entregó su conmiseración y cariño.
Enfermó el día en que él se quedó embriagándose en el prostíbulo del pueblo ya que le estuvo esperando por varias horas durante la madrugada en el umbral de la cabaña, así que una fuerte tosferina le atacó directamente en los pulmones arrojándola a la cama de donde sabía no se recuperaría. Al regresar a la casa, ebrio y agitado, la desnudó nuevamente y la sacó a la vereda para gritarle improperios como “ramera o bruja” y ella llorando y tosiendo por la tos y el espanto le miró a los ojos y le decía que le amaba. Al despertar su mujer se encontraba delirante hirviendo por la fiebre, así que se levantó y corrió hasta el bosque donde invocó a Asmodeo para que le ayudara a lo que saliendo del fango el demonio le dijo ahora eres un fantasma y nadie podrá ayudarte divagarás por las calles y nadie sabrá quién eres, solo se verán tus cabellos resplandecer con su color rojo por donde vayas y será ese tu castigo, él se dio media vuelta y salió corriendo por entre los campos de trigo sintiendo que no solo le perseguía el demonio sino la muerte y la desilusión y que su lucha no era en contra de su destino que ya estaba escrito sobre las rocas más profundas del volcán que se alzaba en la lontananza sino en contra de la desventura de querer luchar en contra de lo irremediable y que por solo un poco de felicidad hubo desperdigado toda su eternidad. Al llegar al pueblo todo fue como lo predijo el maligno y nadie le veía y traspasaba las paredes y cuando hablaba nadie le escuchaba.
Todos en el pueblo vieron correr entre los campos de trigo a aquel hombre de cabellos de fuego que se dirigía moribundo al pueblo a buscar al médico para que le salvara del insomnio.
viernes, 20 de noviembre de 2009
Arde la oscura noche y me disuelvo rojo vivo
Como un pábilo encendido rodeado de un mar de silencio
Me hago palabra en un nacimiento
Paradógica existencia
Surgiendo del vacío, la palabra pronuncia mi nombre
Y soy en ella un hipo jubiloso
Luego, indemne, se aleja negándome
La luz que todo lo atraviesa no pertenece a nadie
Extraño destino perseguir la palabra
Fuga presa de sí mismo
Llama de amor viva
Atraviesa la noche y nos abisma a nosotros mismos
Espejo sibilante
Reflejo ondeante en el agua
Tan no soy lo pasado como la palabra dicha
Al final del camino:
Una victoria callada
Una certidumbre de embustero
Un caminar ladino por la rivera del camino
Por más que lo anhelemos
No dirá nunca nuestro nombre la obra terminada
[como siguiente tema propongo la siguiente escena:
Un hombre de pelo rojo corre por entre un campo de maíz huyendo de algo]
jueves, 19 de noviembre de 2009
RENUNCIO
Al teatro
Al cigarro
A la noche
A ti
A la madrugada
Mañana me levantaré tardísimo
Y no llegaré pronto a trabajar
Me imagino el rostro de mi jefe
Pero soy libre
Y entraré solo a un cine
A ver una película malísima
Sobre autos
Y sobre chicas hermosas
Y sobre buenas mujeres
Entonces saldré del cine sonriendo
Y caminaré sin miedo
A los hombres
Y llegaré a mi casa a cualquier hora
Y estará deshabitada
Y estará triste
Igual
Nada me importa
Porque renuncio a todo
Y al acostarme a dibujar flores
Y logos de cigarrillos
Los zancudos no me amargaran la noche
Y renuncio a mis sueños
A la literatura
Al dinero
Al amor
Renuncio al amor
A tu amor renuncio
Porque quiero ser libre
Y soy libre
Y soñaré con nada
Con un paisaje en blanco
Y estaré feliz
E iré por las calles saltando
Riéndome de la desgracia
De toda la gente.
Renuncio a todo
A estas palabras renuncio inexorable
Aquí quedarán para siempre
Cayendo en un abismo absurdo.
Renuncio a mí
Porque ni siquiera la muerte
Puede arrebatarme lo que soy
Y lo que siento
Todo lo que te quiero
Todo lo que te extraño
Se irá con el viento
Porque renuncio a ti
Lo reitero
Renuncio a todo aquello
Que fuiste
Y renuncio a todo aquello que no fuiste
Renuncio a recordarte
Renuncio a no olvidarte.
Esta noche
Como en muchas
En que quiero beber
Renuncio a la embriaguez
Ya te he regalado
El principito
He renunciado a la flor
Y a la serpiente
Y al viejo zorro
Y ya nunca jamás todo será diferente
Porque renuncio a que las cosas sean diferentes
Todo será igual
Renuncio a lo distinto
Renuncio a sentir distinto
Renuncio a esta música que miro
Renuncio porque me harté
Y renuncio porque estoy feliz
Y porque mañana
Seguramente también querré renunciar.
Y renuncio a tu ausencia
Y renuncio a caminar
Y a seguir respirando
Y a que lata el corazón
Y a que me ponga los zapatos al derecho
Y a que me ponga los zapatos al revés
Quizás estoy renunciando a mi condición humana
Pero renuncio a ella entonces
Renuncio a tener hijos
Renuncio a tener familia
Renuncio a la iglesia que nunca quise
Renuncio al comunismo
Renuncio a escribir un buen poema
Renuncio a escribir un mal poema
Renuncio a usar la misma lengua que usas
Renuncio a nis depresiones
A mis sueños
A mis pesadillas
Renuncio al llanto
Renuncio quererte
Así te siga queriendo
Algún día me comprenderás
Algún día necesitarás renunciar
A algo
A todo
Pero renunciar
No es dejar a un lado
Es renunciar
En definitva
En definitiva por un día
Por una noche
Por una año
En el caso de las renuncias
El tiempo se vuelve perpetuo
Y cuando quieras renunciar
Ya no te servirá el principito
Ya no te servirán las rosas
Ya no te servirá comprobar
Que lo esencial es invisible a los ojos
Porque no lo esencial no es suficiente
Y quizás
Lo más seguro
Es que mañana ya no quiera renunciar a ti
Ni a mí
Ni a mi pasado
Si no que quisiera volver
Quisiera volver a ti
Así no estés
Y será hermoso
Que pueda renunciar de nuevo
Mañana en la noche
O en diez años
No es culpa de nadie
Ni del destino
Ni mucho menos mía
Que quiera renunciar a todo
A absolutamente a todo
Para tener una certeza
Para tener una verdad certera
Que no tengo nada
Y que nada puedo perder.
Daniel Ángel
Hijo de la nada
Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio
y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy.
Jorge Luis Borges, El Inmortal
Me pertenezco a mí mismo tanto como una fruta pertenece a su árbol y un niño recién nacido pertenece a su madre. En el preciso instante en que creo saber quién soy me sorprendo y me desconozco. Una idea insospechada, un deseo furtivo, una mirada ausente o el desconcierto por una pequeñez son suficientes para cambiar la idea que tengo de mí mismo. Soy el cielo que observo y me deleita, y las manos que alargan mi alma, y el ladrido de un perro oculto en la noche, lo cual no es más que un amable modo de decir que no soy nada en realidad.
Pero sentirlo como una condena sería casi como si el gato lamentara ser gato y la rosa rosa. Ser tan solo un nombre y un recuerdo no es una fatalidad: es tal vez la poca libertad que me compete. Como la trillada metáfora del río, no por dejar de ser constantemente no existo. Esa es precisamente mi existencia: dejar de ser, no ser, ser efímeramente, como un gota de agua que cae y se estrella en el parabrisas de un auto estacionado.
El arraigo es solo ilusión. En un mundo donde el tiempo es la ley, considerarse arraigado es estar muerto. Ningún instante se repite, ningún gesto se reproduce, ningún anhelo se duplica. Mis raíces son mis sueños, y mis sueños, creación. No soy más que lo que he escogido ser, pues al ser hijo de la nada, toda edificación es de arena. Así, como dice Borges, hay que edificar como si la arena fuera piedra, e inventarse unas raíces, y hacer de la propia vida una obra de arte.
martes, 10 de noviembre de 2009
Se apretó con fuerza el estómago
lunes, 9 de noviembre de 2009
HE DESESPERADO
He malgastado mi vida de mil modos distintos
He malgastado mis días
Y sólo ahora en que me siento
En una tienda de cualquier lugar
Y observo como se desarraiga la vida
Lo comprendo apenas
Pero no recapacito.
Una mujer afuera de la tienda se moja.
Todas las mujeres son hermosas cuando se mojan.
He malgastado mis días haciendo lo que hago ahora:
Espero que algo pase
Algo extraordinario
Como que llegase una mariposa multicolor
Y ante mis ojos se deshiciera
En una leve y rápida llama de fuego azul.
Precisamente ha sido en esa espera
En que he dejado lo que soy
O la tentativa, lo somero
En esa incertidumbre de todas las horas mal contadas me he ido,
Porque el reloj del que espera nunca marca ninguna hora
Y sí desesperanzas absolutas
He sido un pronóstico del IDEAM
Una lluvia, un aguacero, un sol
Algo que no ha llegado
Muchos esperan el agua para su cosecha
Otros el sol para sus vacaciones
Pero soy incierto y no sé la vida.
He de esperar a que se me pare el corazón
Y así caigan marchitas las alas del ángel
Que nunca me han dejado volar.
NO SIEMPRE EL DESARRAIGO ES DEJAR
NO SIEMPRE EL DESARRAIGO ES PARTIR
AVECES SE DEJA MÁS CONTENIENDO
AVECES SE PARTE MÁS QUEDÁNDOSE.
En cada lágrima que padezco como la sangre de una corneada
He dejado mi carne.
Puede no ser trascendental pero el irse lacerando
Diariamente como la puta que lo hace por dinero
Es doloroso, es angustioso, es absurdo
Pero yo soy peor
Porque no lo hago por nadie
Ni por amor
Ni por dinero
Ni siquiera por odio a mí mismo.
Así será más banal la tortura de la vida
Así será más banal el éxtasis de la vida.
Ahora a un hombre que habla por celular
Le miente aquella mujer que ama
No sólo he dejado mis lágrimas y mi carne en el mundo
También he dejado mis libros olvidados
En estantes inmisericordes.
Ellos reclaman su vida
Su ilusión de ser
Su amor que fueron
Pero no quiero y aborto sus ideas sobre la gente
Como un vómito inducido en forma de sarcasmo.
Ha malgastado mis días esperando a que una mujer
Comprenda cuáles son mis intenciones
Tan solo con ojear mi mirada.
Es imposible comprender la lucha de los que aman.
He cometido el gravísimo error
De esperar a que llegue el amor con forma de mujer
Y no como una hogaza de pan
O un cúmulo de tierra al horizonte
O el abandono de un gato.
Pero ahora soy el sensato que se pregunta
¿Para qué seguir esperando?
¿Para qué la tortura de la incertidumbre?
Entonces creo que debo actuar
Soy un hombre de verbo
Pero ¿Abandono?, ¿Olvido?
Me he enamorado de una mujer
Que nunca me amará.
He dejado mi fe en su NO combativo
Y no me interesa destruir lo que he soñado
Tan solo porque todas la noches la recupero
En ese mundo que no conoce
Y aunque yo conozco el que ella quiere
Estoy tan lejos.
Una colegiala intenta saber lo que escribo
Y yo le respondo que su futuro
Todos hemos de esperar
Como tú que lees esto
Dejando a un lado a una mujer que te ama y te lo dice
Dejando a un lado a una mujer que te ama pero no está contigo
Dejando a un lado a una mujer que te ama pero que sabes debes abandonar
Dejando a un lado a una mujer que te ama y que también está esperando.
martes, 3 de noviembre de 2009
PARTE DOS
A la memoria del olvido.
Creyó por un momento que podría huir de sí mismo, como quien huye de una plaga y se arranca la piel e intentó arrancarse el lúpulo purpúreo que brotaba de sí y lo consiguió con mucho dolor y luego intentó arrancarse los recuerdos y no pudo. Se arrancó el cabello, se golpeó en la sien, se picó los ojos pero todos sus recuerdos eran inamovibles. Descubrió en frente de sí a un ave que tenía atorada una patita en la rama minúscula de un árbol enorme y sintió una pesadumbre tal que se levantó con mucho esfuerzo y tomó una rama que se encontraba caída a su paso y asesinó siniestramente al pajarillo. Pensó entonces que quería, definitivamente, que llegase dios o que en los libros de las pitonisas que le vieron nacer estuviese escrita su muerte con un “ramaso” en la cabeza que le borrara sus recuerdos.
Subió a una montaña alejada del mundo y como Zaratustra se puso a hablar con su sombra que podía ser más fértil que sí mismo. Reconoció sin mucho esfuerzo sus abominaciones más profundas, sus miedos sobre el abandono y aunque se sabía abandonado como la larva de una mariposa en la selva se aferró a la esperanza a salir de sus laberintos, de sus intrincados recuerdos que le atormentaban diariamente. Y fue allí, en ese intersticio de la tierra de nadie donde empezó a tener la pesadilla diabólica de caminar descalzo sobre fuego para luego incinerarse en un soplo letal, tanto así que despertaba sudoroso, con los ojos hirvientes de llamas y con un sonido particular en los oídos que le hacía doler la cabeza. Supo entonces, que el agua le salvaría de la locura cuando vio caer muy cerca de sí una gran tormenta que arrastraba toda forma viva y no viva por su paso, así que decidió arrojarse a la inmensidad de la lluvia continental y esperar a que fuera llevado muy lejos y se convirtiera en nube o en yuyo o en heliotropo.
Al comprobar que no podía derrotar a la muerte bajó de la montaña y ni siquiera encontró moscas con las cuales entablar una conversación. Meditabundo caminó hasta la ciudad y observó que la gente tampoco hablaba sino que se comunicaban por medio de un intercambio de dinero por objetos o por alimentos. Nunca sintió hambre hasta que vio a una niña desplumar a un pajarillo, quiso rapárselo de las manos pero los colores del plumaje del pajarillo le hicieron arrepentir. Nunca se vistió con mejores trajes que con los que encontró en la plaza central de un pueblo pues tenían manchas se sangre que avivaban la sombra del hombre.
Se sintió libre cuando no recordó donde estaba ni para dónde iba. Comprendió entonces que el futuro es una forma de olvido y que entonces todos los hombres están condenados a olvidar todo aquello que serán y que de la misma manera así como el olvido es un vacío, el hombre es el sustento de ese vacío. ¿De qué se llenará el vacío?, se preguntó conmocionado por la verdad que acababa de descubrir. Caminó despacio y encontró una vivienda inhóspita y carcomida por el tiempo, descubrió unas semillas de calabacín en una alacena y las sembró con amor. Al cabo de una semana, cuando las semillas hubieron dado sus frutos, tomó un calabacín entre sus manos y se lo tragó entero y mientras lloraba vio a un ave pasar por los cielos.
lunes, 2 de noviembre de 2009
CONSAGRACION DE LA PRIMAVERA. II PARTE
El Divino Platón afirmaba que la escritura propicia el olvido porque no es letra en el corazón inscrita. La comprensión, entendió siguiendo a los órficos, es un acto de intuición global, una sensación material de conquista que aúna la acción con la verdad y la transforma en una realidad de naturaleza tan perfecta, que es absolutamente insoportable y sólo cabe en ella la muerte o la escritura que impersonaliza el mensaje.
Esta verdad fue revelada en un sueño a Borges quien ante la inminencia de la locura prefirió escribirla en forma de parodia. Ahora Mario quien menos humilde quería abrazarla a manos llenas se acercaba peligrosamente a esa región oscura que conocemos como la locura, sus pasos, como en busca de salvación querían perderlo de sí mismo, pero no puede lograr nada aquello que no participa de la misma materia y el espíritu vagaba sin dejarse tocar mientras los pasos continuaban sin descanso, la mente perdida en su propio laberinto no reparó en que lentamente fue quedando atrás la ciudad y la luz disminuyendo, anunciaba la noche; Mario sin conciencia se introducía en un camino desierto que subía empinadas montañas.
La súbita conciencia de su estado no vino cuando sus piernas flaquearon y un temblor lo obligó a sentarse al lado del camino, vino cuando a unos pocos metros de él apenas distinguible por la luz de la luna, encontró su vista una rata agonizante, hinchada por algún veneno estaba inmóvil con sus ojos abiertos totalmente, tratando de hacerse invisible ante la cercanía del extraño. La figura de aquel animal repulsivo le produjo un ápice de compasión transido por el asco y miedo que le producía aquel animalejo; miró entonces en rededor y encontró que sus pasos lo habían llevado a un camino sin rumbo conocido, en medio de una montaña, la noche total sobre su cabeza y sin energía alguna para ponerse en pie.
Se miraron la rata y Mario durante algún tiempo, ambos temerosos el uno del otro. Ningún contacto sucedió, ninguno movía un ápice de su cuerpo previendo el inminente ataque, atrás los pensamientos alucinatorios de verdades totalizantes: los pies ardían, la noche de luna llena era fría y acentuaba como una cicatriz la soledad del yermo paraje.
Sin saber donde se encontraba acercó con cautela sus pies a su cuerpo ante la mirada atenta de la rata. Las medias estaban pegadas a su piel y al jalarlas se abrieron pequeñas llagas, el rojo brotó llamando al dolor. De soslayo mirando la rata de ojos rojos abiertos de par a par a la noche continuó sobándose los pies y quitándose las medias ante el creciente dolor rojo que le decía a gritos que no saldría de allí por sus propios medios.
Pasó algún tiempo y ya cediendo el dolor, familiarizándose con su aborrecible compañía hinchada, lamentó que todo lo revelado se fuese, como el río de Heráclito, y que sólo regresaría en pequeñas visiones distorsionado, o en sueños, el puente de otras dimensiones, pero aquella intensidad luminosa de la verdad era ahora sólo un añorado recuerdo. Quiso regresar a su solitario apartamento y acompañarse de las lecturas cotidianas que lo abrigaban como el fuego de sus letras oscuras, añorando que tal vez ellas devolverían el fulgor perdido pero, sólo y herido, en medio de una nada aún mayor por la ignorancia de su ubicación, hacía de su situación un incierto horizonte.
La noche cuan grande y oscura le motivó el sueño y quiso sinceramente entregarse en sus brazos reparadores esperando que la luz del día trajera consigo la esperanza del regreso, sin embargo, la cercanía de la rata enorme de ojos rojos no le permitía escapar del frío y el hambre con el beneficio de la inconsciencia. Pensó en arrastrarse y retirarse de la rata pero en cuanto se movía punzadas terribles subían de sus pies y la rata temiendo algún ataque levantaba con esfuerzo su cabeza y mostraba los dientes dispuesta a defenderse aún cuando nada tenía ya por perder pues la inequívoca muerte se acercaba peligrosamente a ella.
Decidió recogerse en un ovillo y pasar la noche allí, sin moverse, en vigilia perpetua mirando a los ojos de la rata y esperando juntos la desaparición definitiva de su compañero.
Pasarían algunas horas en esta misma posición cuando el sonido de un trueno lejano y constante comenzó a acercarse, pronto una luz pálida comenzó a hacerse más y más fuerte y el sonido inconfundible de un motor despertó en él la esperanza del regreso. Cuando comenzó a ponerse de en pie para ser visto, la rata se incorporó no sin un débil gemido por el esfuerzo. El camión con su rugir de tempestad hizo trepidar la tierra a su alrededor y la sonrisa que en Mario se dibujaba se encontró con una mirada de miedo indecible en la rata.
- Vete, le dijo, e hizo un ademán con el brazo para espantarla pero nada de eso ocurrió. La rata permanecía inmóvil en su angustia con los ojos desmesuradamente abiertos, en punta sus músculos y listos a responder pese al dolor transparente que la conducía a la muerte.
El camión entonces exhaló un último regido allí a su lado y se detuvo pesadamente. La rata ante la presencia desmesurada del nuevo extraño trató de moverse al monte pero un chillido agudo mostró que todo era inútil, no podía moverse. Mario contempló en silencio su desolación desamparada y no escuchó al conductor cuando le preguntó si estaba bien.
Allí, la rata, inmóvil muda solitaria, en medio de la noche oscura e infinita había sido su única compañía y sintió en su interior que tenía algún tipo de deuda con ella. El hombre de nuevo preguntó y el vaho del sudor acalorado llegó a su nariz, alzó la vista y se encontró con un rostro regordete sobre un brazo asomado en la ventana del camión. Algo en su interior se removió e hizo que sus pies desnudos se herraran al asfalto y se anclaran pétreos en su lugar. Sonrió
- Gracias, estoy bien, le dijo y correspondió a su mirada interrogante que veía a un hombre bien vestido con los pies descalzos y sangrantes en medio de la carretera, solitario como la noche oscura que lo cubría de estrellas en el cielo. Al final de un corto silencio el camión rugió e inició el lento movimiento de animal enorme y viejo dejándose caer por el camino.
El hombre miró nuevamente la rata quien no despegaba sus ojos rojos y asustados de su humanidad. Sintiendo mayor seguridad de la que había sentido en toda su vida se fue sentando lentamente, se colocó las medias no sin ardor, los zapatos, y se dispuso a esperar, ambos mirándose a los ojos, que la noche pasara, que toda la explosión de estrellas siguiera su rumbo cayendo por el firmamento y trajese el adiós definitivo que ocurrió algunas horas después.
Los ojos de la rata de un miedo expectante fueron cerrándose poco a poco llenándose de alguna forma de placidez, el fin se acercaba y fue llenando el lugar de un sopor sin tiempo hasta que los ojos se cerraron definitivamente y para siempre. Ya la mañana despuntaba tras el firmamento y esperó un poco, venciendo el asco acercó su mano lentamente hasta tocar su pelaje que acarició con la superficie de los dedos y luego alzó al animal que nunca entendería que aquel que lo espantaba estaba velando su partida.
Quiso decir algo mientras la enterraba en un hueco que abrió con una piedra al lado del camino, algo que resumiera todo lo vivido, la enseñanza última y definitiva pero sólo recordó unos versos de juvenal
Scire volunt omnes, mercedem solvere nemo
Aquel hombre solitario y errabundo que había rechazado las delicias del hogar, la secreta confidencia de la amistad, aquel hombre prejuicioso y elitista intelectual, comprendió el sentido último de su visión, comprendió el lugar que buscan insidiosos sus pasos, la verdad más simple y esencial: la necesidad del regreso. El Divino Platón lo vería en su Caverna, la verdad encuentra su sentido cuando se está en la oscuridad.
Mario levantó la vista al camino que serpenteaba solitario hacia la ciudad, apoyó sus pies sobre el suelo y sintió una leve tregua en el dolor; se puso en pie y lentamente se acercó a una roca desnuda, abierta en la tierra al lado de la vía, y escribió con la poca luz del amanecer, sin mirar apenas lo que escribía
Abre la flor
De la negra tierra los colores
Puente de arcoíris al cielo
Y sin voltear a mirar para releerlo se alejó cojeando esperando la llegada del nuevo día.
[Cómo siguiente tema propongo el desarraigo]
Libardo
martes, 27 de octubre de 2009
La Consagración de la Primavera Parte II
Dedicado al músico, al poeta, al amigo,
a ese que nuestras bromas volvieron negro
También creció su nostalgia por un tiempo menos delirante. Añoranza de tantos ayeres esquematizados en los que deambulaba completamente al tanto de su libertad. ¿Libertad? Estaba ella, aplazando indefinidamente el momento en que él, finalmente, podría amar; estaba el ocio, mostrándole cuan fútiles eran sus empresas: por eso caminaba; estaban la yerba, el cigarro y el licor, mostrándole cuan insoportables le resultaban los momentos consigo mismo. Entonces se juzgaba libre, no como ahora.
Miró al demonio. En verdad tenía sabor, razón en ser tan jactancioso. Por sus venas fluía, sin duda, la sangre del Pacífico, que, por memoria, era también sangre de las selvas y sabanas africanas, madres estas que, eones atrás, habían parido mellizos: la música y el hombre. Si algo confirmaba el don de aquel demonio, eran sus magistrales composiciones de Blues, varón melancólico, hermano de la música festiva. Atónito comprobó cómo el demonio sonaba más a él que él mismo, al interpretar el puñado de canciones que había compuesto y que constituían su mayor orgullo. Basándose en en sus conocimientos sobre magia, supuso esta otra treta del burlón, afamado por hacer que los mortales dudaran de sus personalidades.
No obstante, era incómodo sentir que no era y se preguntaba cuánto duraría el juego. La sospecha de insignificancia le quemaba el pecho, era eso lo que había rehusado y seguía rehusando aceptar. Para colmo, jamás había intentado un exorcismo, su aproximación a las artes oscuras había sido sólo una cuestión de erudición.
Así estaba: viendo enceguecido un muro infranqueable, sintiéndose mugre frente a semejante edificación, cuya razón de ser, sin embargo, era esa infame mota de polvo que era él; fútil era procurar comprensión de la incomprensión, pues sabía aquello el porqué de su enigmática situación. Esperaba sentado. Se preguntó si alguna vez había tenido más que su voluntad y su resolución; se preguntó, si jamás había tenido destino, que importaba un obstáculo, un aparente imposible, una ecuación sin solución; se preguntó si acaso el muro no lo habría estado esperando.
Viose entonces ante una nueva coyuntura, uno de esos instantes definitivos. Supo sin saber, como es todo lo intuitivo, todo lo intempestivo, que debía caminar hacia el concreto imponente cual si éste no estuviese ahí. Tal cual había sospechado, atravesó el portal. El trayecto fue otra suerte de epifanía: vio todas las decisiones que, aún queriendo, no tomó, no sólo en sus caminatas, sino en dviersos momentos de su vida; vio en cada una de ellas el muro y cómo lo había estado evitando.
Al otro lado había un arco iris nocturno, anunciando una primavera más bien otoñal, hermosas flores sin pétalos y un universo extrañamente bellísimo, mortecino, despojado de idílicos disfraces.
Supo entonces que no había marcha atrás, que el muro siempre estaría ahí, alimentando su resolución con la amenazadora advertencia de lo imposible, que las cosas serían desde ahora más impactantes en todo sentido, y por primera vez tuvo una certeza, la única que le quedaba y que tendría en adelante: quizá algún día sería libre.
De pie, firme, en el centro del laberinto, supo que aquello no era un dilema, pues, como mencionó Borges en uno de sus textos, evocando algún místico antiguo, uno de esos que él había compadecido, el centro está en todas partes.
Como habrá sospechado el lector, no fue necesario un exorcismo: el primer espejo que halló en su nuevo mundo, una magnífica obra de obsidiana pulida, le mostró al demonio, a ese que con irrespetuosa genialidad manosea melodías y letras y compone magníficos Blues.
miércoles, 21 de octubre de 2009
LÁZARO
Sentado sobre una roca
Sus ojos no entienden por qué se disolvió como un espejismo
el abrazo oscuro a la eternidad
Y ahora deben contemplar la delicada danza de una hoja en el viento
Sus manos hermanándose con la tierra
Deben volver al tiempo
A la labor del día, a la caricia
Lejos estaba la emoción y la tristeza
La palabra hecha carne y vida lo ha obligado
La palabra en mandato convoca la vida
Y títere es su esencia y destino
Su cuerpo que siente el abrasivo calor del sol se siente traicionado en su descanso
Lázaro ha regresado de entre los muertos
Sentado, frente a la planicie requemada y yerma
Perdido en la familiar cotidianidad
Busca en su interior la seguridad del abismo
Vacíos son ahora los rostros y los caminos para aquel
que sólo entiende en el horizonte
La humillación de un retorno no pedido
La victoria del sinsentido
“NO HE FRACASADO TOTALMENTE” DIJO EL FRACASO
Camino sonriendo
Rozando con mi mano
La pared erosionada de una iglesia,
Mis manos están tan sucias
Que temo acariciar el corazón.
Paso por encima
De la tierra de mis ancestros
Por encima
De los empedrados de los colonizadores
Por encima
De los caminos de la libertad
Por encima
Del local de la puta.
Pienso en lo bueno que he sido con el mundo
Pienso en lo malo que he sido conmigo mismo:
Considero a la bondad como la capacidad que tengo
Para darle una moneda con asco a un mendigo
O para no escupir en la cara a un ñero
Y sé que definitivamente las cosas
No están bien:
Olvido lo que no debo
Recuerdo todo aquello que hace daño
Hago todo lo contrario.
Ha empezado a llover
Huele a pollo asado
Y siento un hambre atroz
Por sacarme el corazón y morderlo
Precisamente en aquel rincón en que duele tanto.
Ya no me importa que tenga las manos sucias
La lluvia me ha limpiado.
Como un perro me sacudo
Y pateo
Lentamente
Los charcos
Que encuentro al paso.
Mis zapatos están viejos y cansados
Mi alma está arrugada
Como la piel que se expone por mucho tiempo al agua
Mi boca está muerta
Tan muerta está
Que ahora que deseo levantar el rostro
Dejar de ser avestruz para ser hombre
Y gritar AZUL y MAR
Y gritar MIERDA y VIDA
Los ojos se empozan.
Soy una estatua que camina por debajo de la lluvia.
He venido a la vida
He llorado
La tristeza ha triunfado
Y nada tiene más sentido hoy
Que el humo que escupe el autobús.
Mi vida y mi amor propio se reducen
A taparme la nariz para no aspirar
El smock de las calles.
También me tapo el rostro
Para que nadie me vea llorar:
Sería vergonzoso que los vendedores ambulantes
Y los perritos y los gatos me viesen llorar.
NO HE FRACASADO TOTALMENTE
PORQUE NO HE NEGADO EL FRACASO
NO HE TRIUNFADO TOTALMENTE
PORQUE NO HE NEGADO EL TRIUNFO.
Tan solo soy un corazón dolido con dos piernas
Un par de piernas con ojos ciegos
El pétalo último del invierno.
Ahora en que he llegado a casa como una cárcel
Y no comprendo porqué es mi casa
Miro agobiado por la ventana del invierno
Afuera llueve y un viento helado sopla
Adentro llueve y todo es apacible
Una hoja de periódico vuela
Sus letras se han borrado
Se ha convertido en basura
Con las manos sucias como las tengo
Salgo a la calle
Y recojo esa hoja
Para escribir este poema.
DANIELÁNGEL
lunes, 19 de octubre de 2009
Wade Davis, El Río
Arde el canto del pájaro de fuego de siete lenguas doradas
Escucha
Laaaarrrgggoooo es el puente-padre por el que se deslizan los sueños
¿Llueve? Es el tiempo
El corazón habla donde las palabras son cortas
¿Llueve? Es el viento que funde color en el cielo
Como el agua se desliza la conciencia en un silencio de imágenes
El canto arde
Define los contornos
Marca los pasos
Somos huellas de un círculo remoto
Bocas nacen flores de las manos
Llueve
Cae a pedazos el cielo
Somos ahora el horizonte, la primera estrella
Libardo
domingo, 18 de octubre de 2009
Sinfonía líquida
Todo se ha reducido al reloj. El tiempo, que siempre me pareció un misterio y un ser inefable, se encarna ahora en un horario. De esa manera, impúnemente, ha perdido su intrigante encanto. La vida transcurre entre buses y palabras, entre formatos y timbres, y firmas, y reuniones de trabajo, y jefes malhumorados y avaros. Ese increíble dios, Cronos, ya no es un dios sino una máquina, tan perfecta y esquemática como el reloj que reposa en mi muñeca.
Es en momentos así que pienso que la poesía está muerta y que, en realidad, la libertad no existe y todos somos esclavos, de nosotros mismos, del dinero y del vacío.
Pero pareciera que la vida no quiere morir. Y sin darme cuenta, como una mensajera del cielo, llega la lluvia para sacudirme, sacudirnos a todos y quitarnos las lagañas de los ojos. Más allá de la humedad, de los zapatos rotos y empapados, del frío en los dedos y los calzones emparamados, es posible, con oído atento, escuchar una melodía de antes de los arcos y las flechas. Se adentra, sigilosa, una nostalgia de un mundo ya perdido, el aliento y el murmullo de la naturaleza, de los dioses orgánicos, vivos y escondidos de los primeros hombres. El recuerdo vago y lejano del océano primigenio, de la humedad original. Del vientre materno y de los cuidados de la madre. De mi pasado animal. El ritmo de la lluvia, aparentemente azaroso pero esencialmente bello, es tan fuerte y tan firme que rompe los esquemas de mi vida y me hace momentáneamente un niño. El agua en mi cara, en mi pelo y en mi alma, se lleva consigo todas las máscaras que me aprisionan. Puedo, después de una eternidad, respirar aire puro.
Esta sensación dura lo que dura la lluvia. Y al sentir nuevamente al tiempo en su forma más pura, puedo afirmar que dura todo el tiempo que ha transcurrido en el Universo. Un instante infinito, que no se desvanecerá a menos que yo lo permita.
La lluvia, esa purificadora ancestral que me eleva de nuevo a las altas esferas de la ensoñación y la fantasía.