martes, 27 de octubre de 2009
La Consagración de la Primavera Parte II
Dedicado al músico, al poeta, al amigo,
a ese que nuestras bromas volvieron negro
También creció su nostalgia por un tiempo menos delirante. Añoranza de tantos ayeres esquematizados en los que deambulaba completamente al tanto de su libertad. ¿Libertad? Estaba ella, aplazando indefinidamente el momento en que él, finalmente, podría amar; estaba el ocio, mostrándole cuan fútiles eran sus empresas: por eso caminaba; estaban la yerba, el cigarro y el licor, mostrándole cuan insoportables le resultaban los momentos consigo mismo. Entonces se juzgaba libre, no como ahora.
Miró al demonio. En verdad tenía sabor, razón en ser tan jactancioso. Por sus venas fluía, sin duda, la sangre del Pacífico, que, por memoria, era también sangre de las selvas y sabanas africanas, madres estas que, eones atrás, habían parido mellizos: la música y el hombre. Si algo confirmaba el don de aquel demonio, eran sus magistrales composiciones de Blues, varón melancólico, hermano de la música festiva. Atónito comprobó cómo el demonio sonaba más a él que él mismo, al interpretar el puñado de canciones que había compuesto y que constituían su mayor orgullo. Basándose en en sus conocimientos sobre magia, supuso esta otra treta del burlón, afamado por hacer que los mortales dudaran de sus personalidades.
No obstante, era incómodo sentir que no era y se preguntaba cuánto duraría el juego. La sospecha de insignificancia le quemaba el pecho, era eso lo que había rehusado y seguía rehusando aceptar. Para colmo, jamás había intentado un exorcismo, su aproximación a las artes oscuras había sido sólo una cuestión de erudición.
Así estaba: viendo enceguecido un muro infranqueable, sintiéndose mugre frente a semejante edificación, cuya razón de ser, sin embargo, era esa infame mota de polvo que era él; fútil era procurar comprensión de la incomprensión, pues sabía aquello el porqué de su enigmática situación. Esperaba sentado. Se preguntó si alguna vez había tenido más que su voluntad y su resolución; se preguntó, si jamás había tenido destino, que importaba un obstáculo, un aparente imposible, una ecuación sin solución; se preguntó si acaso el muro no lo habría estado esperando.
Viose entonces ante una nueva coyuntura, uno de esos instantes definitivos. Supo sin saber, como es todo lo intuitivo, todo lo intempestivo, que debía caminar hacia el concreto imponente cual si éste no estuviese ahí. Tal cual había sospechado, atravesó el portal. El trayecto fue otra suerte de epifanía: vio todas las decisiones que, aún queriendo, no tomó, no sólo en sus caminatas, sino en dviersos momentos de su vida; vio en cada una de ellas el muro y cómo lo había estado evitando.
Al otro lado había un arco iris nocturno, anunciando una primavera más bien otoñal, hermosas flores sin pétalos y un universo extrañamente bellísimo, mortecino, despojado de idílicos disfraces.
Supo entonces que no había marcha atrás, que el muro siempre estaría ahí, alimentando su resolución con la amenazadora advertencia de lo imposible, que las cosas serían desde ahora más impactantes en todo sentido, y por primera vez tuvo una certeza, la única que le quedaba y que tendría en adelante: quizá algún día sería libre.
De pie, firme, en el centro del laberinto, supo que aquello no era un dilema, pues, como mencionó Borges en uno de sus textos, evocando algún místico antiguo, uno de esos que él había compadecido, el centro está en todas partes.
Como habrá sospechado el lector, no fue necesario un exorcismo: el primer espejo que halló en su nuevo mundo, una magnífica obra de obsidiana pulida, le mostró al demonio, a ese que con irrespetuosa genialidad manosea melodías y letras y compone magníficos Blues.
miércoles, 21 de octubre de 2009
LÁZARO
Sentado sobre una roca
Sus ojos no entienden por qué se disolvió como un espejismo
el abrazo oscuro a la eternidad
Y ahora deben contemplar la delicada danza de una hoja en el viento
Sus manos hermanándose con la tierra
Deben volver al tiempo
A la labor del día, a la caricia
Lejos estaba la emoción y la tristeza
La palabra hecha carne y vida lo ha obligado
La palabra en mandato convoca la vida
Y títere es su esencia y destino
Su cuerpo que siente el abrasivo calor del sol se siente traicionado en su descanso
Lázaro ha regresado de entre los muertos
Sentado, frente a la planicie requemada y yerma
Perdido en la familiar cotidianidad
Busca en su interior la seguridad del abismo
Vacíos son ahora los rostros y los caminos para aquel
que sólo entiende en el horizonte
La humillación de un retorno no pedido
La victoria del sinsentido
“NO HE FRACASADO TOTALMENTE” DIJO EL FRACASO
Camino sonriendo
Rozando con mi mano
La pared erosionada de una iglesia,
Mis manos están tan sucias
Que temo acariciar el corazón.
Paso por encima
De la tierra de mis ancestros
Por encima
De los empedrados de los colonizadores
Por encima
De los caminos de la libertad
Por encima
Del local de la puta.
Pienso en lo bueno que he sido con el mundo
Pienso en lo malo que he sido conmigo mismo:
Considero a la bondad como la capacidad que tengo
Para darle una moneda con asco a un mendigo
O para no escupir en la cara a un ñero
Y sé que definitivamente las cosas
No están bien:
Olvido lo que no debo
Recuerdo todo aquello que hace daño
Hago todo lo contrario.
Ha empezado a llover
Huele a pollo asado
Y siento un hambre atroz
Por sacarme el corazón y morderlo
Precisamente en aquel rincón en que duele tanto.
Ya no me importa que tenga las manos sucias
La lluvia me ha limpiado.
Como un perro me sacudo
Y pateo
Lentamente
Los charcos
Que encuentro al paso.
Mis zapatos están viejos y cansados
Mi alma está arrugada
Como la piel que se expone por mucho tiempo al agua
Mi boca está muerta
Tan muerta está
Que ahora que deseo levantar el rostro
Dejar de ser avestruz para ser hombre
Y gritar AZUL y MAR
Y gritar MIERDA y VIDA
Los ojos se empozan.
Soy una estatua que camina por debajo de la lluvia.
He venido a la vida
He llorado
La tristeza ha triunfado
Y nada tiene más sentido hoy
Que el humo que escupe el autobús.
Mi vida y mi amor propio se reducen
A taparme la nariz para no aspirar
El smock de las calles.
También me tapo el rostro
Para que nadie me vea llorar:
Sería vergonzoso que los vendedores ambulantes
Y los perritos y los gatos me viesen llorar.
NO HE FRACASADO TOTALMENTE
PORQUE NO HE NEGADO EL FRACASO
NO HE TRIUNFADO TOTALMENTE
PORQUE NO HE NEGADO EL TRIUNFO.
Tan solo soy un corazón dolido con dos piernas
Un par de piernas con ojos ciegos
El pétalo último del invierno.
Ahora en que he llegado a casa como una cárcel
Y no comprendo porqué es mi casa
Miro agobiado por la ventana del invierno
Afuera llueve y un viento helado sopla
Adentro llueve y todo es apacible
Una hoja de periódico vuela
Sus letras se han borrado
Se ha convertido en basura
Con las manos sucias como las tengo
Salgo a la calle
Y recojo esa hoja
Para escribir este poema.
DANIELÁNGEL
lunes, 19 de octubre de 2009
Wade Davis, El Río
Arde el canto del pájaro de fuego de siete lenguas doradas
Escucha
Laaaarrrgggoooo es el puente-padre por el que se deslizan los sueños
¿Llueve? Es el tiempo
El corazón habla donde las palabras son cortas
¿Llueve? Es el viento que funde color en el cielo
Como el agua se desliza la conciencia en un silencio de imágenes
El canto arde
Define los contornos
Marca los pasos
Somos huellas de un círculo remoto
Bocas nacen flores de las manos
Llueve
Cae a pedazos el cielo
Somos ahora el horizonte, la primera estrella
Libardo
domingo, 18 de octubre de 2009
Sinfonía líquida
Todo se ha reducido al reloj. El tiempo, que siempre me pareció un misterio y un ser inefable, se encarna ahora en un horario. De esa manera, impúnemente, ha perdido su intrigante encanto. La vida transcurre entre buses y palabras, entre formatos y timbres, y firmas, y reuniones de trabajo, y jefes malhumorados y avaros. Ese increíble dios, Cronos, ya no es un dios sino una máquina, tan perfecta y esquemática como el reloj que reposa en mi muñeca.
Es en momentos así que pienso que la poesía está muerta y que, en realidad, la libertad no existe y todos somos esclavos, de nosotros mismos, del dinero y del vacío.
Pero pareciera que la vida no quiere morir. Y sin darme cuenta, como una mensajera del cielo, llega la lluvia para sacudirme, sacudirnos a todos y quitarnos las lagañas de los ojos. Más allá de la humedad, de los zapatos rotos y empapados, del frío en los dedos y los calzones emparamados, es posible, con oído atento, escuchar una melodía de antes de los arcos y las flechas. Se adentra, sigilosa, una nostalgia de un mundo ya perdido, el aliento y el murmullo de la naturaleza, de los dioses orgánicos, vivos y escondidos de los primeros hombres. El recuerdo vago y lejano del océano primigenio, de la humedad original. Del vientre materno y de los cuidados de la madre. De mi pasado animal. El ritmo de la lluvia, aparentemente azaroso pero esencialmente bello, es tan fuerte y tan firme que rompe los esquemas de mi vida y me hace momentáneamente un niño. El agua en mi cara, en mi pelo y en mi alma, se lleva consigo todas las máscaras que me aprisionan. Puedo, después de una eternidad, respirar aire puro.
Esta sensación dura lo que dura la lluvia. Y al sentir nuevamente al tiempo en su forma más pura, puedo afirmar que dura todo el tiempo que ha transcurrido en el Universo. Un instante infinito, que no se desvanecerá a menos que yo lo permita.
La lluvia, esa purificadora ancestral que me eleva de nuevo a las altas esferas de la ensoñación y la fantasía.
viernes, 16 de octubre de 2009
Soy libre
Soy libre. Nada tengo.
Una lluvia ligera que me lava el alma.
Un paso tímido que me arroja al alma.
Una palabra azul que me sacude el alma.
Grises son nuestros ojos
Y la cárcel de la llamada perdida
De la llamada que no volverá
Pasa a ser un copo de agua
Que desciende
Como un ave a buscar alimento.
Soy libre. Ya no escapo.
Muchas gentes corren a la lluvia
Sienten que los atrapará
En su red líquida de melancolía.
Desean llegar a casa
Abrazar a sus hijos
Con sus ojos grises.
Mañana me pondré un sombrero
Y la esperaré
A ella. A la lluvia.
A la intemperie.
Soy libre. Mi corazón es un hueco.
La lluvia lo llena
Es llanto marino
Los barcos han naufragado
Mi balsa está perdida
Pero no sucumbe.
Soy libre. Soy simple.
Camino agitando las manos
Nadie lo advierte.
Saco la cabeza de mí
Para que la lluvia
Sane mis recuerdos.
No puedo poner el pecho
A las balas primeras del mundo.
Soy libre. Seré el resultado de la muerte.
Llévame a la lluvia triste
Llévame al charco que han dejado tus ojos
Llévame a un bar con copas de truenos
Llévame al amor
Llévame al tiempo no perdido
Y nunca te arrepientas.
Soy libre. No me arrepiento.
Me mojo las orejas
Al igual que las ojeras.
Lo haré por ella.
Aunque se haya ido.
Seré la lluvia de su día fatal.
Seré el regreso del amor
Como una ventisca que sople en su cara.
Seré su tormenta.
Soy libre. No parto.
No me quedo.
Solo puede llover para adentro.
Volteo los ojos
Nada hay.
Un amor prófugo.
Un amor que hay que dejar.
Un camino de lluvia que salpica
Para jamás regresar.
DANIEL ÁNGEL